Palomas al Vuelo


el dolor de cabeza no cesaba. era esa punzada, leve pero constante. esa que a veces hace que, inconscientemente, lleves tu mano a la sien, ejerciendo un poco de presión. era ese tipo de dolor de cabeza. también, ocasionalmente, fruncía el ceño por la molestia, pero en realidad era sobrellevable. el único detalle importante, es que ese día, al oscurecer, se cumpliría 1 año exacto desde su aparición.

por las noches, todo se minimiza. se pueden escuchar crujidos y sonidos de los materiales reduciendo sus medidas antes expandidas por el calor. ese día, la fría mezcla de gases que llamamos aire, soplaba ruidosamente sobre mi casa. las paredes emitían quejidos perfectamente audibles y los árboles daban un concierto eólico. la mirada, mi mirada, clavada en el techo, perdida, ausente de la realidad, se acostumbraba a la oscuridad de la ventosa madrugada. mis pies no dejaban de rozarse unos a otros, con un ritmo monótono e interminable. buscaba siempre la parte más fresca de las sábanas, de la almohada, pero para tanto tiempo acostado, todo el calor corporal había invadido los tejidos textiles y la superficie era incómodamente ardiente. fue así como llegó, esa noche, en esa molesta oscuridad, pude sentir una palpitación justo donde termina la cavidad ocular diestra. fue un pinchazo agudo, lacerante. instintivamente llevé mi mano a su locación. con suave cadencia empecé a mover el dedo, tratando de aliviar el calvario físico. y logré conciliar el sueño.
al siguiente día la vi de nuevo. contemplé a la mujer que el día anterior me había dejado sin aliento, falto de elocuencia y absorto en la belleza. me aproximé para ver si el segundo encuentro resultaría mejor. intenté parecer casual, indiferente. Ja. más nervioso no pude haber estado. mi voz se tornó agitada, se esforzaba por evadir los obstáculos que mi propio cerebro le propinaba e impedía que sonara tranquila, sin tartamudeos. la elocuencia se volvió a ausentar y dije una estupidez acerca del clima.
"Vaya calurosa nochecita, ¿no?. Je Je."
Detuvo su armonioso andar, y volteó los ojos zafiro hacia mi tenso ser. no se esforzó por disimular su hartazgo y dijo:
"Hizo muchísimo frío, no sé que haya estado haciendo."
no apartó la impasible inspección azul de mi rostro que ya se contorsionaba y se teñía con un rubor patético. olvidaba que sólo un tarado como yo, se movía como imbécil por las noches, disipando energía a toda mi pequeña habitación, logrando alterar el clima a tal punto de percibirla como una "noche calurosa", cuando los termómetros marcaban 3 grados Celsius.
"Eh, ¡No! no pienseS mal, (le hablaba de TÚ, confianzudo) en mi casa, pues, este, a veces, así, por las noches, no sé, como que, pues, no sé, es extraño, pero como que así, a veces, pues, aunque haya, así, no sé, bastante frío afuera, pues adentro, JA JA, así pon que está bien, pero bien caluroso, neta, JE JE." barbaridad, bestialidad, ignorancia, estupidez y demás adjetivos intentarían y se quedarían cortos para describir el intento de oración que escupí. su respuesta no pudo ser mejor:
"Ok".
media vuelta y sus caderas se alejan de la idiotez de tipo que le quiso hacer plática.

esa noche, volvió la pulsación. lado derecho. junto al ojo. cuando intentaba dormir. con el movimiento dactilar sobre ella. me quedé dormido.

así pasaron 6 meses.
Yo:
la anhelaba. la cortejaba. me ilusionaba. me alegraba. me esperanzaba. la deseaba. la alababa. la soñaba. la imaginaba. la fantaseaba. la recordaba. la evocaba. la acosaba. la escoltaba. la fastidiaba. la disgustaba. la asqueaba. la enfadaba. la incomodaba. la irritaba. la desesperaba. la mortificaba. la cansaba.

ella me odiaba.
yo la amaba.

fue hasta el último día del sexto mes de haberme hipnotizado por vez primera, que logré delinear la más espléndida de las sonrisas en el más maravilloso semblante del Universo.
hubiera sido tan romántico como suena, si hubiera sido gracias a mi simpatía y encanto. lastimosamente, lo ocurrido no fue tan agradable.
en una de mis excesivas persecuciones infantiles, se presentó una situación horrible. justo cuando iba a cruzar la calle para alcanzarla y empezar a decir una sarta de idioteces, se me ocurrió que sería una buena idea chiflarle, así tan fino como soy. así fue como, gracias a una habilidad, la cual según Locke podemos calificar como aprendida gracias al "empirismo inglés", resoné el clásico tono para evidenciar la guapura de las muchachas, en este caso dirigido a mi obsesión. por alguna incomprensible razón, en ese momento, justo enfrente de mi rostro, pasaba una rebosante señora, dueña de unas carnes dignas de campeonato, capaces de competirle a cualquier porcino que se diga "de calidad". la gigantesca mujer, emitió una risa distorsionada por la presión de su enorme papada, sus mejillas se tornaron rosas y me envió un fatídico, doloroso y bien intencionado BESO. el malvo tono también contagió mi rostro de nosédóndemeterme. y fue ahí precisamente, cuando la dueña de mis pensamientos viró el rostro y dibujó una cruel, burlona, pero hermosa sonrisa.

esa noche, cuando la casa volvía a crujir encogiéndose, el maldito dolor intensificó su poder.

pasaron otros 6 meses sin suerte. la fortuna, al igual que Ella, se burlaba, me ignoraba y gustaba de verme sufrir. mi rostro agotado y en pena era evidente en mi trabajo. mi familia también notaba el pesar que cargaba. Atlas no cargaba casi nada, comparado a la losa sobre mí. angustiado, adolorido, fastidiado y hastiado, pasé por trillonésima vez mi huella dactilar por mi padecimiento, en el cual, como cicatriz, como vestigio de su poder, había aparecido poco a poco una hendidura roja que a veces, cuando el dolor era agudo, palpitaba frenéticamente.

así llegó la noche indicada. el año exacto. la punzada común. el alivio intencionado, que esa fecha en particular estaba reacio en llegar. me esforcé en resistir, pero mi garganta estaba árida, necesitaba un poco de hidratación. me incorporé descalzo. caminé por la penumbra de la habitación. ¡CHINGADA MUTTER! sí, la oscuridad y mi torpeza ocasionó que experimentara uno de los dolores más inmundos de la existencia. me pegué en el maldito dedo chiquito del pie con la malditísima orilla de un malditisisísimo estorbo que llamamos mueble. de verdad que sufría de forma alarmante. tu amor, la punzada y ahora el dedo. me recuperé un poco de la agonía, pero seguí cojeando hasta la cocina. encendí la luz y serví un copioso vaso de agua. la bebí con monstruosa velocidad. y como siempre, como desde hace un año, por instinto, volteé hacia su ventana.

Gulp.

La punción desapareció ipso facto. la luz proyectaba las sombras sobre las cortinas de su habitación. dos figuras femeninas se fundían en una sola, realizando un apasionado contacto labial.
decepción, pero alivio en mi rostro petrificado.

Chale, con razón.


al fin y al cabo:
¿Quién detiene palomas al vuelo?
eso ni yo.


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